sábado, abril 07, 2007

Basurales Clandestinos: los juegos de la legalidad.
Por Raúl N. Alvarez
[i]

8º Congreso Nacional de sociología Jurídica.
“Derecho, Democracia y Sociedad”.
22,23 y 24 de Noviembre de 2007.
Santa Fe – Argentina. Facultad de
Ciencias Jurídicas y Sociales – U.N.L.
Sociedad Argentina de Sociología Jurídica.

El objetivo de este trabajo es analizar el papel que juegan el derecho y el estado en el terreno de la basura. Para ello tomamos, en esta oportunidad, el tema de los basurales clandestinos, seleccionando un caso particular, el de la descarga ilegal de basura ubicada en Barrio Libertador, Partido de General San Martín, en el Norte del Conurbano Bonaerense.

Planteamos que existe una administración de la frontera de la legalidad, que incorpora como normales prácticas de enterramiento clandestino de basura, de modo que la ilegalidad jurídica queda comprendida como un componente necesario de relaciones de producción, en beneficio de la acumulación capitalista.

Nos preguntamos ¿Cómo se explica la subsistencia de basurales a cielo abierto? ¿Cómo puede admitirse su existencia pública y notoria, cuando están expresamente prohibidos por la ley vigente desde hace décadas? ¿Por qué, al lado del sistema oficial de enterramiento de basura existen descargas clandestinas que no dejan de funcionar? ¿Cómo se explica la indiferencia de los funcionarios estatales ante esta flagrante violación al derecho ambiental?

Además del material teórico, citado al pié, fácilmente disponible en bibliotecas, Internet y ámbitos académicos, hemos recogido información de campo. Si bien los datos recogidos, a nivel del barrio en cuestión, son de de público y notorio conocimiento, para ordenar esta información hemos recurrido a un informante clave. Debido al carácter clandestino de las actividades descriptas, la identidad de este informante y de las personas implicadas se va a mantener en reserva.
Las partes del trabajo son cuatro: la presentación de los hechos, el marco teórico, el caso concreto y por último el análisis crítico de los distintos aspectos del caso.
Este trabajo forma parte de un plan de investigación más basto en el que pretendemos realizar un estudio social y político crítico de la basura[ii].

Los hechos: los basurales clandestinos.
La existencia de basurales clandestinos, vertederos a cielo abierto, o como se los llame, es un hecho público y notorio en la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano Bonaerense. En los distintos momentos históricos de la llamada “gestión de residuos”, ha persistido esta realidad paralela que nunca ha podido ser controlada[iii]. Los medios masivos de comunicación han contribuido a naturalizar su existencia recurrentemente. [iv]
Uno de los acercamientos más críticos que la ciencia social ha realizado al respecto es el del antropólogo Francisco Suárez, que a partir del estudio de los basurales clandestinos de los municipios de San Miguel, José C. Paz y Malvinas Argentinas, llega a las siguientes conclusiones:
“Las propias condiciones de clandestinidad de los basurales crean un espacio urbano favorable para el desarrollo de actividades ilegales, robos, violaciones, transacciones ilegales etc. Son un sitio donde la violación de la norma parte del propio estado Municipal. Producen en la ciudad una especie “zona liberada” para el desarrollo de actividades ilegales o delictivas, una función clandestina dentro de la clandestinidad. De esta manera, podríamos considerar al basural como un lugar de la no legalidad urbana.
Las calles cortadas por residuos, la degradación urbana-ambiental que significan los residuos en la vía pública y en los basurales, las enfermedades y los vectores epidemiológicos a los que la población se ve expuesta, los basurales como ámbitos de inseguridad urbana, la pérdida de valor inmobiliario que sufren los terrenos ubicados en las inmediaciones de los basurales, son una aguda expresión de la expoliación urbana a la que se ven sometidos gran parte de los vecinos de José C. Paz y Malvinas Argentinas. Situación con la que los vecinos conviven con bajos niveles de conflictividad y confrontación.”[v]


Consideramos, no obstante, que desde una perspectiva crítica más vinculada al plano jurídico y político, pueden agregarse más aportes a esta misma perspectiva.

La teoría: lo jurídico como un aspecto de las relaciones sociales.
Pese a que el objetivo de este trabajo no es el de producir teoría social, jurídica o política, nos parece importante explicitar el andamiaje teórico con el que trabajamos.
Concebimos “el derecho” o “lo jurídico” como un aspecto de las relaciones sociales caracterizado por hacer eje en la prescripción normativa abstracta (deber ser).
Pero el deber ser, el derecho, no rige la relación social, sino que es determinado por ésta. Lo jurídico es parte de la relación social y no un deber ser externo a ella. Aunque la condición de posibilidad de esta relación social, en tanto relación desigual, requiere presentar al derecho como una regulación social externa, superior e impersonal.
La apariencia de superioridad, de escisión entre ser y deber ser, es una condición de posibilidad de la desigualdad de las relaciones sociales capitalistas.
Aceptamos entonces la teoría de la “doble vida” del derecho y del estado, que para funcionar como complemento de las relaciones sociales de producción capitalista, debe aparecer como universal y separado de la sociedad civil. [vi]
Rescatamos el carácter relacional del derecho, en cuanto no lo consideramos un objeto normativo externo, sino como un componente de las relaciones sociales en las que emerge. Consideramos que esta implicancia de lo jurídico como componente de la relación social capitalista es condición necesaria de la misma y no una consecuencia secundaria superestructural, dado que la apariencia del deber ser universal es lo que permite las relaciones de dominación y explotación en el ser particular de la sociedad capitalista.[vii]
Nos basamos, en general, en la concepción del estado como relación social de dominación que se objetiva en instituciones estatales para cumplir la función de garantizar la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Para ello, debe aparecer como un tercero neutral en las relaciones explotación, cuando en realidad debe su existencia a la necesidad de preservar esa relación desigual. En tanto el derecho, como componente jurídico de esas relaciones sociales capitalistas, tiene apariencia objetiva como conjunto de normas ubicadas por encima de la sociedad y el estado, pero existe materialmente en la capilaridad de cada relación social particular, como un aspecto de la misma, en la que marca un deber ser que activa la coerción estatal cuando éste no se cumple[viii].
A partir de esta concepción dialéctica y compleja del derecho en tanto realidad material, postulamos que, además de pensar el derecho y el estado como relación social, debe recalcarse que existe una doble ficcionalidad o un doble engaño en el mundo del derecho:
a) La legalidad como realidad discursiva, que debe quedar enunciada para afirmar las posiciones de los actores políticos y grupos sociales dominantes. Pero como componente puramente ideológico, como simple representación, dado que en ciertas oportunidades, es necesario que no se efectivice realmente la materialidad de la vida social[ix].
B) La administración de los ilegalismos estatales[x], a nivel local, cobran forma como instituciones estatales aparecen y desaparecen, corren y descorren la línea de lo que es legal y lo que es ilegal. Agotado el juego ideológico del consenso, en ciertas situaciones locales, el estado se convierte en un actor puramente fáctico, para el sostén de las relaciones sociales dominantes, haciendo caso omiso del derecho objetivo por él dictado. O actúa por omisión, dejando de actuar sobre el territorio, permitiendo focos locales de poderes de hecho, que funcionan asociados con poderes de hecho y de derecho. [xi]
La ciencia jurídica tradicional considera la administración como la función de poner en ejecución normas generales de rango superior. Es decir que ubica la ley como algo de mayor jerarquía que la administración. Lo que sostenemos, en cambio, cuando hablamos de “administración de la legalidad” es que la juridicidad de las relaciones sociales capitalistas hace de esta relación un juego subalterno, un aspecto meramente parcial. Sin pretender realizar una clasificación taxativa, vemos que este juego admitiría distintas posibilidades:
La Ley como instrumento de dominación: En ocasiones la ley funciona como un instrumento dominación en manos del estado, de modo que ésta se cumple y es hecha cumplir, tal como reza la doctrina tradicional.
La ley como realidad puramente discursiva: En ocasiones, en cambio le ley cumple una función ideológica no coercitiva: basta con que esté enunciada como tal, para tener presencia en el plano de las representaciones mentales de los ciudadanos. Pero es presencia es puramente discursiva, dado que en la práctica social los particulares no la cumplen. Más precisamente: la ley existe para que los particulares la incumplan ocultamente, en beneficio de la clase dominante. En tanto el estado interviene por omisión (ilegal).
Ilegalismo estatal: Otra posibilidad es que la ley exista como realidad discursiva, pero en la práctica social sea el estado el que actúa ilegalmente, en forma oculta, tras la apariencia de legalidad que le da la ley positiva promulgada.
Anomia: Por último, existen zonas de anomia, bolsones de ajuridicidad, que se preservan como tales, a fin de que el estado y los particulares se desempeñen libremente, en beneficio también de los sectores sociales dominante.
En todos los casos se trata de una administración de la legalidad, una puesta en juego en función de la ganancia del capital. Un uso práctico complejo en el que el deber ser abstracto opera discrecionalmente (legal o ilegalmente) a favor de un ser desigual concreto.


La Descarga de Barrio Libertador.
La conocida “tosquera” de Barrio Libertador, que cualquier lector puede apreciar en un plano de la zona, se encuentra en la localidad de José León Suárez, Partido de General San Martín, Provincia de Buenos Aires. Fue excavada en las adyacencias de lo que hoy es el Camino del Buen Ayre. Cruzando el mismo se ubica actualmente la entrada el Relleno Norte III del CEAMSE.
Tal excavación se realizó originariamente para extraer tosca. Pero gracias a una crecida del Río Reconquista, se llenó de agua. Al entrar en contacto con la primera napa de agua, que en el lugar se encuentra a flor de tierra, se convirtió en una laguna permanente.
Los terrenos que rodeaban la laguna fueron usados hasta el año 1998 como basural clandestino a cielo abierto. Pero en ese año hubo una seguidilla de acciones de asentamiento territorial que conformaron, dentro de Barrio Libertador, tres asentamientos: 8 de Mayo, Costa Esperanza y Nueva Esperanza.
La descarga que nos ocupa se ubica sobre una parte de las tierras de Costa esperanza. Su funcionamiento es sencillo. Concurren camiones, mayormente volqueteros, y previo arreglo con los Jefes del lugar, realizan su descarga en la orilla de la laguna. Periódicamente, estos Jefes se procuran el servicio de una maquinaria que empuja la basura sobre el agua de la laguna. Así, el espejo de agua se va llenando de residuos, y progresivamente se va ganando nuevos terrenos a la laguna.
La práctica del enterramiento legal de basura, llamada “relleno sanitario” es de por sí sumamente contaminante[xii]. Si ese vertido de basura se efectúa sin control técnico alguno, como ocurre en los basurales clandestinos, el peligro de contaminación se multiplica. Pero si además, el basural clandestino entra en contacto con las napas de agua subterráneas, el efecto contaminante no solo se intensifica, sino que también se expande mucho más extensamente.
Los “Jefes” del lugar, son una banda ilegal, que funciona en base a una organización familiar, aunque agrupa a un conjunto de otras personas que “no le tienen miedo a nada”. Todos ellos “andan calzados”, es decir, portan armas, y utilizan como técnica de persuasión el “aprete” (amenaza) cuando no el ejercicio directo de la violencia.
Estos Jefes locales, ejercen su poder con base territorial, dado que controlan buena parte del asentamiento de Costa Esperanza, del que se consideran dueños. Su organización se dedica a la explotación de los siguientes “negocios”: a) venta de terrenos en el asentamiento, b) desarme y venta de partes de automotores robados, c) cobro de arreglos por la descarga ilegal de basura, y d) venta de drogas a personas que concurren a comprar dentro del asentamiento. “Son todos negocios” como afirma nuestro informante clave.
Sostenemos que la base de su poder es de carácter territorial, dado que la tierra marca el límite de su dominio y sus negocios. Su poder es “de hecho” porque se basa en el ejercicio privado de la coacción y la violencia. Aunque no por ello es menos efectivo el “orden” que logran hacer imperar.
Así por ejemplo, venden la tenencia de los terrenos, pero conservan la propiedad de los mismos, dado que cuando el jefe decide que un vecino se tiene que ir, se tiene que ir. Entonces el Jefe recupera el terreno, con la vivienda en él edificada, y la vuelve a vender. De modo que los compradores no tienen sino una tenencia precaria de los mismos, que por definición es transitoria.
Este poder de hecho, impone además servicios adicionales a los habitantes del lugar. El más importante que pudimos comprobar, es el servicio de complicidad y encubrimiento con las acciones que se realizan allí. Aunque también se valen de su colaboración para la vigilancia y control de todo lo que ocurre en el territorio.
El negocio de la basura, que es el que nos ocupa, como dijimos, consiste en permitir la descarga dentro del lugar. Los camiones son mayoritariamente volqueteros, aunque no exclusivamente. Estos volquetes contienen básicamente escombros, mezclados con basura urbana, dado que el volquete funciona habitualmente como un mini basural móvil. Aunque también hemos recogido testimonios de vertido de sustancias químicas líquidas y de desecho de envases con restos de productos químicos.
Cuando se descarga basura “rica” en materiales recuperables o mercaderías, la población ciruja de las inmediaciones hace correr la noticia y acude a cirujear a la descarga. Los jefes permiten libremente esta actividad. En otras épocas concurrían camiones procedentes de supermercados, con desechos de alimentos. Pero la cantidad de gente que concurría a buscar cosas era tan grande, que por razones de seguridad debieron dejar de venir.
La red de negocios en la que tiene lugar esta descarga cuenta con dos componentes externos al barrio: la policía y las empresas. No solo el negocio de la descarga, sino el conjunto de la actividad de la organización funciona en asociación con personal y autoridades policiales locales. Nuestro informante da cuenta de la concurrencia permanente de personal policial al lugar, sin que esto estorbe su funcionamiento. Asimismo este tipo de vínculos se hacen efectivos ante la actuación de la justicia, para desbaratar la eficacia de procedimientos en la zona. Según él “están todos arreglados”.
La única precisión que pudimos recabar sobre montos de “arreglos” para la descarga indican que la policía estaba cobrando, en el año 2006, $ 400 por cada quincena que operaba cada camión, independientemente de la cantidad de viajes que hiciera. A lo que se sumaban los $ 5 diarios que cobraba el Jefe local de la banda, por cada día que entraba cada camión. Esto totalizaría, de ser cierto, un costo mensual por camión de $ 950, de los cuales $ 800 irían a manos de la policía y $ 150 le corresponderían al jefe local. Todo según lo afirmado por nuestro informante clave.
Si bien actualmente la descarga se encuentra solo parcialmente activada, entran unos 5 o 6 camiones por día. Pero durante el año pasado, la cantidad de camiones que ingresaban eran aproximadamente 100, lo que arroja un ingreso bruto por esta actividad de $ 95.000 mensuales.
La otra punta de la red está en las empresas. Son en todos los caso empresas “legales” que operan parcialmente “en blanco”, y alternan sus viajes a la descarga con otros al relleno “oficial” del CEAMSE, cuya entrada se encuentra a escasas cuadras de allí.
La operatoria de la descarga tiene discontinuidades diversas. Algunas debidas a la estacionalidad de la actividad, dado que al ser ilegal, durante el verano, que la gente está más tiempo fuera de sus casas, se prefiere discontinuarla.
Además, la propia actividad de transporte de escombros depende, en cuanto a su volumen, de la existencia de demoliciones que generen escombros en grandes cantidades. Cuando no las hay, se limitan a transportar escombros de obras particulares, cuyo volumen es menor pero constante.
Asimismo, las condiciones de ilegalidad dificultan la permanencia del servicio.
Por último, el principal negocio de los jefes locales, es la venta de droga, en la que los clientes son mayoritariamente personas ajenas al barrio. Esta característica hace llamativo su tránsito por el asentamiento. Son “movimientos raros”. Para disimularlos, en parte, se utiliza el tráfico de camiones y personas que genera la descarga de basura. De modo que una función secundaria de la presencia de basura en el terreno, es funcionar como accesoria de una actividad delincuencial principal.

Análisis micropolítico local de la descarga.
La descarga de Costa Esperanza es un basurero clandestino que funciona como negocio secundario de un conjunto organizado de negocios ilegales.
El poder de hecho que rige en el lugar es de tipo territorial. “Estas tierras son todas mías” dice el jefe de la banda. Y todos los “negocios” que se llevan a cabo ahí dentro, también son de él: la venta de droga, la venta de terrenos, el cobro a los camiones por la descarga y el desarme y venta de partes de vehículos robados.
Para que “el negocio” funcione bien, la organización agrupa mucha gente, en base a vínculos familiares, pero no exclusivamente de sangre. Todos andan “calzados” y “son pesados”.
Esta organización funciona en conexión con la policía. Pero su vinculación es problemática, dado que en parte funciona como asociación con la banda local, pero en oportunidades, cumple la función legal de reprimirla. La policía se lleva la mayor tajada. En el caso de los camiones, más del 80 % de los ingresos que produce cada camión. Pero también funciona como brazo ejecutor de la justicia penal y a veces hasta los persigue.
Concretamente, la banda que tiene el poder territorial en el lugar, y que tiene un jefe, no es sino una parte de una red organizativa mucho más compleja, que basa su supremacía en el mismo poder legal con que está investida.
Ese Grupo delincuencial, de base local, es el que tiene a su cargo la gestión directa de “la descarga”. Y el negocio de la basura es un ingreso accesorio, secundario para ellos. Más útil como cortina de otros negocios, que como negocio en si.
De todos modos, su desarrollo tiene una lógica empresaria impecable. Pensado a si mismo como poder terrateniente (“Yo soy el dueño de todas estas tierras”) la descarga sobre la laguna va rellenándola y ganando nuevas tierras que acrecientan su territorio y por lo tanto su poder y su negocio.

Sentido capitalista macro de la descarga.
En esa red de poderes locales, en que “son todos negocios”, se inserta la basura que se descarga clandestinamente allí. Entonces los clientes de la descarga, ya no son delincuentes, sino empresas legales, que prestan un servicio normal, dentro de la estructura económica integrada de la sociedad.
Se trata básicamente volqueteros, que reciben escombros de las obras en construcción. Pero no solo volqueteros. Fábricas en general, Industrias químicas, recolectores de basura. En todos los casos se trata de actores económicos “en blanco” que efectúan esta parte de su operatoria “en negro”.
La investigación nos trae, no obstante, más preguntas que respuestas ¿qué desechos son los que se tiran? ¿Por qué tiran en la descarga y no en el CEAMSE? ¿Son sustancias contaminantes las que tiran acá? ¿O simplemente les resulta más barato tirar en la descarga que ir a tirar al CEAMSE? ¿Podrían funcionar igual esas empresas si no tiraran clandestinamente la basura? ¿Valerse de un basural clandestino, es solo un problema de costos o es que se evitan procesos productivos complementarios que tornarían inviable la explotación principal?
Seguramente esta perspectiva requiere un estudio económico, desde el punto de vista de cada empresa y de sus propios procesos productivos. Por lo pronto, lo que surge de la investigación sociopolítica es la estrecha conexión entre esta red territorial delictiva, con empresas legales. Es decir que las empresas “en blanco” requieren, para poder funcionar, una descarga de basura “en negro”.
Los procesos de trabajo que valorizan e incrementan el capital de estas empresas, requieren, en tanto propiedad, de su negación, la basura, que no puede ser desapropiada por medios legales, sino que tienen que recurrir a la ilegalidad para efectivizarla. La mira puesta en la ganancia, el sostén benéfico del derecho de propiedad, y el uso clandestino del derecho a desapropiarse, en perjuicio del conjunto social, de aquella parte de sus medios de producción, que le da más pérdidas que ganancias.
La basura es propiedad en sentido negativo. El la negatividad de la propiedad. Y la lucha social que se libra para mantener el control de los medios de producción y ampliar la ganancia del capital, no reconoce como límite la legalidad, sino que al contrario, se vale del discurso de la legalidad y de la “administración de la ilegalidad” según su conveniencia.

Ley y Administración de la legalidad.
La ley, la policía, el orden, no son instituciones imparciales que estén escindidas y por encima de los negocios del capital. El estudio a nivel micro, de las relaciones sociales en el terreno de la basura, nos muestra que el negocio mismo requiere de la ilegalidad. Entonces la policía, la policía ecológica, la municipalidad, las ordenanzas y las leyes son un aspecto, una variable más de la ganancia del capital. Y generan una red organizativa ilegal, que acumula recursos y explota el mundo del delito con la racionalidad del mismo capital.
¿Qué papel juega la norma, la ley, la ordenanza, en este terreno “administrado” de la basura?
Cuando una política de gestión de basura pierde consenso, desde el gobierno, en tanto actor, es necesario dar señales de cambios. Entonces se producen hechos, se realizan actos, se modifican gestiones, se abren registros, se disponen inspecciones y se dictan leyes. Sobre todo leyes. Aparece aquí lo jurídico como expresión discursiva ideológica, ajena y contraria a la práctica social.
La sola existencia de la ley tiene un efecto tranquilizador sobre la opinión pública y sobre la conciencia de los ciudadanos. Pero en el terreno de la práctica, si esa ley se va a cumplir o no, es una cuestión sujeta a la administración efectiva local. La existencia de una “ley general”, en las alturas abstractas del deber ser, es muchas veces un requisito indispensable para desactivar los mecanismos de defensa ciudadana, de modo tal que a nivel del terreno, se pueda actuar según la conveniencia de “los negocios” independientemente de lo que indique la ley.
Ahí es donde los basurales clandestinos cumplen su función favorable a la acumulación de capital. Existen normas e instituciones encargadas de velar por el manejo “oficial” de la basura: el CEAMSE, los organismos ambientales de nivel nacional, provincial y municipal. Pero aquello que deja de ser negocio “en blanco” es pasado “en negro” a través de los basurales clandestinos, cuya administración está en manos de poderes locales de hecho, que combinan este negocio con otros negocios mayores de la organización, que como condición de posibilidad debe incluir un anclaje firme en los niveles de autoridad del propio estado, en la policía provincial.
El municipio, en tanto, colabora mediante la abstención. En el caso que nos ocupa, el estado municipal cumple su función favorable a la acumulación de capital, en el nivel local, absteniéndose de intervenir. Como el control de los basurales clandestinos es competencia suya, cumple su función por omisión y ausencia, más que por presencia.
Entonces los negocios de la producción capitalista, van a oscilar entre el sistema “oficial” de desapropiación pública de basura privada y el sistema clandestino de “descarga”, según resulte más conveniente, dosificando el uso de este segundo recurso.
El basurero clandestino no es una violación a la norma[xiii], sino el lado oculto de la normalidad capitalista, que cuanto más se lo niega, más se lo preserva. Un apéndice socialmente necesario en perjuicio del conjunto de la sociedad.

Experiencia normal de la basura y Legalidad.
Dentro de las sociedades capitalistas rige una cultura normalizadora respecto de la basura. Bajo el argumento biológico de lo higiénico, lo contaminante y lo infeccioso, se desarrollan un conjunto de significaciones, sentidos, hábitos y sensaciones que crean una noción de basura que va mucho más allá de las bases empíricas de justificación de las ciencias duras. Esta “experiencia normal de la basura” resultante, tiene el sentido social de co-constituir subjetividades y de normalizar conductas. [xiv]
La existencia de preceptos legales que en el plano de las representaciones simbólicas asegure una resolución “higiénica” al problema de la basura, se condice con la inscripción corporal que los sujetos “normales” tiene de su relación de la basura. Funciona como un tranquilizador, afín a sus manías, represiones y prejuicios. Ley y cultura de la normalidad se conjugan, en el terreno de la basura, para mantener apartados a los sujetos, de aquel mundo de lo asqueroso, sucio, clandestino y recóndito, que es la basura.
En tanto que el andamiaje jurídico cultural normalizador de la basura, se corresponde, a nivel local del terreno de la basura, con los poderes de hecho, que despliegan su “negocio” libremente, corriendo y descorriendo a su antojo los límites efectivos de la ilegalidad. Las organizaciones privadas hacen su negocio. Las organizaciones estatales desempeñan su papel, tanto por asociación, como por abstención.
Las condiciones sociales de pobreza generadas a partir de las políticas de ajuste neoliberal de la década del 90, expandieron las necesidades materiales insatisfechas entre la población marginal. Muchos de estos grupos encontraron en la basura un recurso que le permitió la supervivencia. Cartoneros, quemeros, cirujas en general, encontraron en la recuperación de residuos un modo de generación de valor por fuera de las relaciones capitalistas de producción. Pero para ingresar al mundo de la basura, debieron transgredir la cultura normal de la basura. Contraviniendo las pautas de la normalidad, los cirujas aparecieron como el otro anormal objeto del asco ajeno, que emergiendo de entre los desechos, se convierte él mismo en basura social.

Alternativas micropolíticas.
Ante el problema de incumplimiento normal de la ley y administración local de la ilegalidad, la opción política más efectiva no puede pasar por reforzar los juegos legales de la institucionalidad. No tiene sentido sancionar nuevas buenas normas, ni crear nuevos buenos órganos de gobierno. Porque la lógica estructural de las relaciones sociales capitalistas las reabsorbería. Sería como alimentar la hipocresía institucional, la “doble vida” del derecho y el estado burgués. La alternativa en cambio, parece emerger del propio terreno de la basura, y de sus luchas, tal como se plantean en el pasado reciente y en el presente.
Las organizaciones participativas de base territorial, cercanas a los rellenos (legales e ilegales) de basura, chocan espontáneamente con los poderes locales (legales e ilegales) de administración de la basura. La acción participativa local, movida por necesidades ambientales o económicas, pugna constantemente por modificar la política de gestión de basura. Porque la basura en tanto valor, puede ser reapropiada por los recuperadores organizados, a condición de que se les reconozca y colabore en el desarrollo de poder autónomo que han generado, aún por fuera de los márgenes de las relaciones sociales capitalistas de producción. La contradicción está abierta y activa. Por más asco que nos dé.

Raúl N. Alvarez. Otoño 2007


[i] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor de Nivel Superior (UTN) y Auxiliar Docente de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA. lacasilladeraul@yahoo.com.ar
[ii] ALVAREZ, Raúl Néstor. “Los quemeros y el estado” Ponencia presentada en las III Jornadas de Teoría del Estado, Septiembre de 2006. Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires. Y ALVAREZ, Raúl Néstor. “La basura como construcción social normalizadora”. Ponencia presentada en las II Jornadas de Filosofía Contemporánea. Michel Foucault y la política. Escuela de Humanidades. UNSAM. Año 2006.
[iii] El problema del vertido ilegal de basura parece haber acompañado a la Ciudad de Buenos Aires desde su propia fundación. Al respecto puede consultarse PRIGNAGO, Angel O. “Crónica de la Basura Porteña”. Junta de Estudios Históricos San José de Flores. Buenos Aires. 1998
[iv] “Hay 100 basurales clandestinos en el conurbano y 10 en la Capital”. Clarín.com, 12/10/2000. “La basura es una amenaza en el conurbano. Contaminación: más de cien basurales ilegales…” La Nacion.com, 31/3/1996. O más recientemente: “Buscan erradicar basurales clandestinos en San Martín”. Diario Popular, 9/9/2006. “San Martín: salen a controlar que no se formen más basurales”. Clarín de San Martín y Tres de Febrero. 29/3/2007.
[v] SUAREZ, Francisco M. “Actores Sociales de la Gestión de Residuos Sólidos de los Municipios de Malvinas Argentinas y José C. Paz”. Tesis de Maestría en Políticas Ambientales y Territoriales. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. Año 2001.
[vi] “Todas las premisas de esta vida egoísta subsisten el la sociedad civil al margen de la esfera del Estado, pero como cualidades de la sociedad civil… una doble vida, una celestial y otra terrenal; la vida de la comunidad política en la que se considera ser colectivo y la vida en la sociedad civil en la que actúa como hombre privado…” MARX, Karl. “Sobre la cuestión judía”. Pagina 19. Prometeo Libros. Buenos Aires. 2004.-
[vii] “A nivel del análisis jurídico, naturalmente, los fenómenos objetivos de la relación de producción aparecen únicamente como fenómenos mediados por las voluntades de los sujetos libres e independientes que la norma está llamada a regular, pero como tales conductas son funcionales respecto del modo objetivo de la producción, así también la norma jurídica, por cuanto las disciplina como conductas libres, actúa como articulación necesaria del moderno modo de producción…” “… real duplicidad del derecho, en cuanto normación ordenadora de un tipo de sociedad organizada para la producción mediante el cambio y consecuentemente, en cuanto normación ordenada por una objetiva estructura social material…” CERRONI, Umberto. “Marx y el derecho moderno”. Jorge Alvarez Editor. Buenos Aires. 1965. Páginas 83 y 93.
[viii] O´DONNELL, Guillermo. “Apuntes para una teoría del estado” en http://www.preac.unicamp.br/arquivo/materiais/txt_apoio_odonnell.pdf

[ix] “Es un discurso ideológico, el del derecho, en tanto produce una representación imaginaria de la relación de los hombres con los otros hombres y de los hombres con la realidad… Oculta relaciones estructurales, para reproducir formas de hegemonía social…” CARCOVA, Carlos María. “Acerca de las Relaciones entre Marxismo y Derecho”, en “Teorías Jurídicas Alternativas”. Centro Editor de América Latina. Buenos Aires. 1993. Página 84.
[x] “Y si se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley misma o la manera de aplicarla sirvan los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferenciar de los ilegalismos por la mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación. Hay que reintegrar los castigos legales a su lugar dentro de una estrategia legal de los ilegalismos. El fracaso de la prisión puede comprenderse sin duda a partir de ahí.” FOUCAULT, Michel. “Vigilar y Castigar”. Siglo Veintiuno Editores. 30ª.Edición. México. 2000. Página277/278.
[xi] “Las zonas de anomia coexisten con otras de puntillosa y detallada reglamentación jurídica, pero también con prácticas de ilegalismo estatal, esto es, con zonas de relaciones sociales en las que el estado se permite a si mismo o a ciertos sujetos sociales… la vulneración sistemática de normas jurídicas. Las prácticas ilegalistas del estado son casi normales en su trato con la disidencia y en las costumbres de ciertos agentes suyos (policía, prisiones, etc.) o en los ámbitos ecológico, económico, fiscal, etc. Ilegalismos y anomia se acentúan en la fase histórica actual.” CAPELLA, Juan Ramón. “Fruta Prohibida”. Pag. 49/50. Editorial Trotta. 1997.
[xii] Vease: GREENPEACE “Resumen de los Impactos Ambientales y sobre la salud de los Rellenos Sanitarios”. Buenos Aires. Mayo 2004. en http://www.greenpeace.org/

[xiii] Cuando hablamos de norma nos referimos a algo diferente a ley, en el sentido en que lo enuncia Foucault: “Con esta nueva economía del poder, el sistema carcelario, que es su instrumento de base ha hecho valer una nueva forma de `ley´: un conjunto mixto de legalidad y de naturaleza, de prescripción y de constitución, la norma”. FOUCAULT, Michel. “Vigilar y Castigar”. Siglo XXI editores. México. 2000. Página 310.
[xiv] ALVAREZ, Raúl Néstor. “La basura como construcción social normalizadora”. Ponencia presentada en las II Jornadas de Filosofía Contemporánea. Michel Foucault y la política. Escuela de Humanidades. UNSAM. Año 2006.

viernes, abril 06, 2007

Jugar de Argentinos.

Productividad del poder durante el terrorismo de Estado.

Raúl Néstor Alvarez[1].

VII JORNADAS NACIONALES DE FILOSOFÍA Y CIENCIA POLÍTICA

MAR DEL PLATA - 21, 22, 23 y 24 de NOVIEMBRE de 2007

Facultad de Derecho - Universidad Nacional de Mar del Plata

Resumen: El último gobierno militar implantó en Argentina, no solo mecanismos represivos, sino también un conjunto de dispositivos productores de subjetividad. Esta “productividad del poder” puede ser apreciada en distintas “creaciones” que persisten hasta el presente y permiten explicar buena parte de las redes sociales de poder de la Argentina actual. La dimensión productiva del poder dictatorial da lugar a un tipo diferente de subjetividades que no se percibe como “víctima” de la represión, sino que es constituida en su identidad, a partir de la nueva disciplina generada desde el Estado. Más allá de reprimir sujetos, este poder crea sujetos, entramados en un conjunto de relaciones sociales de sumisión mucho más intensas que las que percibe la simple denuncia del poder negativo de la represión.

Introducción.

¿Alcanza con explicar la última dictadura militar argentina como un gobierno del terror? La imagen de una sociedad sometida y lacerada por un poder represor, a treinta años de los hechos ¿sigue siendo una figura adecuada?

No. Durante la dictadura, en complemento con los mecanismos represivos del poder militar, se desarrollaron mecanismos positivos, verdaderos engendros sociales, que funcionaron como productores condicionantes de nuevas subjetividades de los argentinos.

El ejercicio del poder, dentro de las relaciones sociales puede adoptar una modalidad negativa y/o positiva. En su modalidad negativa, el ejercicio de poder de una parte, reprime la conducta de la otra. El ejercicio de poder de uno es negación del ser del otro. Es el ejemplo del torturador que lastima el cuerpo de su víctima. En su modalidad positiva (Foucault, 1976: 149 y 1977: 112), en cambio, el ejercicio de poder de uno no niega sino que constituye (total o parcialmente) la subjetividad del otro. No lastima al dominado, sino que lo construye a voluntad del que ejerce el poder, de modo que la dominación se subjetiviza, se autonomiza en la propia identidad del dominado. El dominado no es entonces tanto víctima, sino un ser alienado que porta en si mismo, de manera inconsciente, la determinación del ser del otro.

Conceptualizaciones del poder durante el Proceso.

La conceptualización que se hicieron desde las ciencias sociales críticas, sobre el poder durante el Proceso, fueron complejizándose a medida que se distancia en el tiempo. La mirada de sentido común, durante los primeros años, veía en el gobierno un poder dedicado a reprimir las organizaciones populares y a favorecer el mundo de los negocios. Ya tempranamente se empieza a ver (Canitrot, 1980) que la política económica tenía objetivos de largo plazo de tipo político, tendiente a disciplinar la actividad social a las pautas de mercado, mediante la financierización y la apertura externa. No era una dictadura más, sino que se proponía transformar las bases mismas de la sociedad (Corradi, 1982), debilitándola hasta llevarla a su punto cero de solidaridad. Así visto, el método de la destrucción era pensado como expresión de un proceso de descomposición general gestionado por el Gobierno Militar. De allí la noción de doble estándar oficial/ clandestino del aparato terrorista, y el uso de la metáfora médica para caracterizar la función quirúrgica de éste.

Desde el momento en que cae el gobierno militar, se aprecia que los micro-poderes autoritarios se han visto fortalecidos durante el mismo (O´Donnell, 1983). La Argentina quedó minada de pequeños “Kapos” autoritarios. Se han revertido “Los hilos del Poder”. (Villareal, 1985) en el sentido, no solo de reprimir, sino de generar un nuevo consenso: unidad por arriba –en la clase dominante- y fragmentación e individualización por abajo –en las clases subalternas- es el resultado histórico del Proceso. Cada vez queda más claro que el objetivo de los métodos autoritarios fue la “privatización de la vida” (Oszlak, 1984), un puño de hierro que impone la mano invisible del mercado, el todo vale, el sálvese quien pueda, dirigidos desde “sótanos del poder”, que mediante “túneles” conectaron la camarilla militar con sus socios económicos de la sociedad civil.

Pilar Calveiro (2006) hace una detallada descripción del funcionamiento material del “Poder desaparecedor”, que tiene al campo de concentración como su institución central, delineatoria de un esquema de poder que se expande a toda la sociedad con el objetivo de “desaparecer lo disfuncional”. El terror como práctica visible ante una sociedad que prefiere no ver. El centro clandestino de detención es pensado como parte de un entramado social esquizofrenizante en el que hay toda una gama de efectos disciplinarios esparcidos en toda la sociedad, que perviven largamente a la dictadura militar.

Novaro y Palermo (2003:123 a 168) reflexionan sobre “el mundo de la seguridad” en el que vivieron, durante esos años, aquellos que lograron “zafar” de la represión. Ante la amenaza de convertirse en víctimas, y el dilema de qué hacer, se desarrolla un mecanismo perverso: “por algo será” que desaparece, y “no es con nosotros”. Es perverso porque la caracterización de “subversivo” de la víctima no es una condición previa, sino una atribución posterior a la represión. Pero permite un lugar psicológico para mantenerse a salvo del terror: “no soy subversivo, ergo, a mi no me va a pasar nada”. Como contrapartida al terror, Novaro y Palermo destacan “la fiesta de todos”, del mundial de fútbol de 1978, como el emergente de un “nacional futbolismo” que compromete a todos a “jugar de argentinos”.

La política dictatorial como creación disciplinaria y normalizadora.

Si el gobierno dictatorial cayó hace ya tantos años ¿Por qué seguimos tratando sobre sus consecuencias? ¿Qué tiene de actual seguir analizando estas cuestiones?

Los aportes conceptuales que acabamos de recorrer nos suministran valiosos elementos de análisis. Pero dejan sin considerar buena parte de los efectos del poder dictatorial que por su actualidad, hacen que hoy sigamos hablando de ellos. Lo que tienen en común es que no ponderan en toda su dimensión las creaciones perdurables del régimen dictatorial.

Indudablemente existió un accionar terrorista y represivo atroz durante la dictadura. Pero su perdurabilidad no esta dada por la represión, sino por la creación. Al lado de estos mecanismos negativos, existieron otros mecanismos positivos, que se plasmaron en concreciones y realizaciones efectivas, capaces de producir conductas, que tendieron a constituir subjetividades de los argentinos. Al lado de la represión, funcionó la producción de sujetos en los términos programáticos del proceso. Estas creaciones y subjetivaciones han cobrado vida, sobreviven, y están activas en la sociedad argentina. Pero permanecen ocultas, aparecen como desvinculadas del terror dictatorial. Son un pliegue de hipocresía en la vida cotidiana.

Si bien una cuestión tan delicada y controversial como la que tratamos merecería una consideración más profunda y pormenorizada, que no podemos hacer aquí, vamos al menos a mencionar los que aparecen como los casos más evidentes. Asimismo, trataremos, en lo posible de referenciarlos empíricamente.

La patria financiera. Entendemos por tal una red de relaciones desplegadas en la esfera de la circulación económica, transformada, por efectos de la política dictatorial, en centro de la actividad económica argentina. Su principal característica es la obtención de ganancias a través de la intermediación financiera, por fuera de la producción.

Debido a los altos niveles de inflación y a la pérdida de centralidad de la producción, todos los sectores de la sociedad se vieron obligados a recurrir al sistema financiero para preservar sus ingresos. Pero no todos tuvieron iguales resultados, dado que los mayores beneficios fueron acumulados por quienes “jugaban” mayor capital. De modo que la patria financiera, si bien involucró a toda la población, funcionó como un importante factor de concentración de la riqueza en manos de los principales grupos.

Fue plasmado formidablemente en cine, en el film de ficción “Plata Dulce”[2]. Su perdurabilidad está dada por el hecho de que la renta financiera siguió siendo la principal fuente de ganancias de la economía argentina hasta el año 2001.

El homo económicus. Durante la dictadura que se inició en 1976 se profesaron altos valores ideales de tipo religioso y moral. Pero siguiendo las reglas del doble estándar, lo que efectivamente se impulsó fue la propensión, del común de las personas, a centrar su vida en torno a las relaciones de mercado en las que se encontraba inserta.

En esto y no otra cosa, consistió la privatización de la vida propuesta como modelo de vida por el proceso. El homo económicus es materialista, busca su beneficio egoísta, se despreocupa de los demás, sospecha de las actitudes solidarias y profesa el “sálvese quien pueda”. El hombre llega a su condición puramente mercantil obligado por el terror. Pero desarrolla en esta actividad un “modo de vida” que no se puede explicar por la sola represión. Este es el tipo de sujeto que hizo posible la aceptación y aplicación de los planes privatizadores y desreguladores de la década del 90. Sostiene Daniel Campione (2006) que

“Se criticaron los métodos de la represión, pero no siempre se comprendieron sus propósitos estratégicos; los resultados de la política de Martínez de Hoz, pero no las bases del discurso neoliberal y antiestatista. La impronta individualista, desvalorizadora de la militancia y la acción colectiva, se demostraría persistente hasta nuestros días. Todo se integró en una `visión del mundo´ que vendría a ser luego la fuente fundamental del apoyo que recogieron las políticas de `reformas estructurales’ de los 90´.”

La Plata Dulce y el deme dos. No solo de privaciones vivieron los argentinos durante la dictadura. Entendemos por “Plata dulce” el flujo de recursos, obtenidos en base a endeudamiento externo, desregulación del mercado financiero y sobrevaluación del peso, que hicieron posible que las políticas desindustrializadoras fueran acompañadas, durante unos años, de una frondosa circulación de dinero, que favoreció el consumo, sobre todo de los sectores medios. Esta “plata dulce” es la que permitió a muchos argentinos de nivel medio realizar viajes al exterior, donde los precios, comparativamente parecían sumamente baratos. Los vendedores de Miami, se decía, reconocían a un comprador argentino porque cuando se enteraban del precio del los productos decían “déme dos”.

Un documento en el que fue registrada esta actitud, puede ser la canción “José Mercado”[3] de Serú Girán.

Es un mecanismo positivo de dominación, dado que no controla al sujeto por imposición, sino por el placer que produce el consumo. El problema, que el sujeto no ve, es que se trata de un consumo alienado, orientado por cuestiones de moda y de mercado, ajenas a las necesidades personales de quien compra. Se controla al sujeto por el placer de comprar.

Indudablemente la propensión al consumismo databa desde mucho antes en Argentina. Pero la dictadura del 76 incentivó activamente esta tendencia, haciendo hincapié en la ventaja del consumo de productos importados, a contramano del funcionamiento del aparato productivo local. Su perdurabilidad se puede encontrar en el cada vez más acentuado consumismo actual de la sociedad argentina.

El discurso de la democracia “responsable”. Desde el mismo comienzo, la dictadura se consideró a si misma como el paladín de bien gobierno, al que nunca dejó de considerar una “república”.

La democracia siempre fue enunciada como la meta del “proceso de reorganización” que se promovía. Pero no de cualquier tipo, sino una democracia “sana” es decir, sin peronismo ni partidos de izquierda.

La propia labor represiva, la “lucha antisubversiva”, era considerada, en el discurso dominante, como una lucha de la democracia contra la dictadura. En este esquema, los militares terroristas eran la democracia, y el “comunismo” era la dictadura.

Del mismo modo la libertad, era considerada como uno de los objetivos y de los logros más inmediatos del proceso. Al contrario, los enemigos de la libertad eran los demagogos (el peronismo y los partidos democráticos), los violentos (las organizaciones guerrilleras) y la subversión en general.

El discurso del Almirante Massera, es ilustrativo al respecto:

“Entiendo la democracia como el pleno ejercicio de la libertad, la justicia, la representatividad y la solidaridad. Y todo esto no es fácil en la Argentina porque desde hacer varias décadas distintas toxinas vienen enfermando y dificultando la madurez de todos nosotros. Creo, sin embargo que después de esta convalecencia conseguiremos poner en hora nuestro reloj histórico.”

“… importa la justicia, no el consenso. La justicia y la ética son racionales. El consenso suele tener gran contenido emocional. Sin embargo, un mínimo de consenso es necesario. Cuando impere la justicia, el consenso se dará por añadidura” [4]:

La perdurabilidad de este sentido conservador de la libertad y la democracia, puede rastrearse en la vigencia de los partidos de la derecha argentina, anteriores y posteriores al “Proceso”. Pero resultó particularmente exitoso en algunas Provincias argentina, que dieron reiteradamente el triunfo electoral a partidos procesistas: Tucumán, Chaco, Neuquén, Corrientes, Salta, Jujuy, etc.

Los enanos fascistas. Cuando O´Donnell, en el trabajo citado, habla de los “Kapos”, los pequeños jefes del tejido social, de la micropolítica del proceso, da una idea adecuada de los micro-mecanismos productivos de poder que la dictadura dejó sembrados.

Desde entonces forman parte de la sociedad civil realmente existente en la argentina, y la expresan como tal. Son los que dan vida a las organizaciones. Es raro encontrar en la argentina actual liderazgos operativos y democráticos. El tejido social no solo fue reprimido, sino que luego de la derrota militar quedó como “campo minado” de referentes autoritarios, que aún perduran.

Un término muy usado en la década del 80 fue la de “enano fascista” que se supone cada argentino había internalizado durante el proceso. El “enano fascista” es el pequeño jefe que los ciudadanos han asumido en su interior, el ser autoritario que cada uno lleva adentro, la autoridad del poder autonomizada, hecha sujeto.

Fútbol, la fiesta de todos. El mundial de Fútbol de 1978 tampoco puede ser explicado como un hecho puramente represivo de la dictadura.

Desde el golpe mismo del 1976, en el discurso del gobierno militar pueden encontrarse dos colectivos: los argentinos y los antiargentinos. El segundo colectivo está conformado por el enemigo, cuyo destino debe ser la derrota y la desaparición. A medida que las graves violaciones de derechos humanos perpetradas por el aparato estatal y paraestatal terrorista argentino fueron conociéndose en el exterior, la táctica discursiva adoptada por el gobierno consistió en situar a una parte del colectivo antiargentino en el exterior, y atribuirle como función llevar adelanta una “campaña antiargentina” tendiente a difamar al país.

El mundial de fútbol de 1978 se presenta como el momento privilegiado de esa lucha simbólica, en el que el colectivo argentino “muestra al mundo la verdad de lo que somos” y vence a la mentira y a la difamación impulsada por “la subversión” que es el núcleo del colectivo antiargentino en el exterior.

O dicho en otros términos, el triunfo en el mundial de fútbol es impulsado y aprovechado por la dictadura para mostrar un –forzado- consenso político que la favorece. Lo que interesa destacar es que ese consenso, esa homogeneidad, ese clima de “unidad nacional” no se logra en abstracto, sino como parte de una lucha simbólica contra un imaginario enemigo exterior. El papel de ese enemigo nacional, en la justa deportiva, es corporizado por el equipo de fútbol contrario que haya tocado en suerte. Para el caso, Holanda. De ahí en más “el que no salta es un holandés”, cántico reiterado hasta el hartazgo. De modo que todos los gestos políticos de aquella selección holandesa, como quitarle el saludo al presidente Videla, fueran interpretados como parte de la perversidad intrínseca del adversario.

El mundial de fútbol de 1978 refuerza un perdurable desplazamiento de la escena pública desde la política hacia el fútbol. Por el terror o por el consenso, las masas dejan la arena política y ocupan su atención en el césped deportivo. Se reprime la escena política (poder en sentido negativo) pero se favorece una escena nueva que la sustituye, que es el estadio deportivo (poder en sentido positivo). El fútbol condensa y neutraliza, la fuerza política de los sectores populares.

Dos documentos que testimonian este engendro son la marcha del mundial 78 y el film “La fiesta de todos”[5] dirigida por Sergio Renán.

Las políticas de juventud. La cría del proceso. La juventud argentina fue blanco predilecto de la política represiva de la última dictadura. La política seguida para con esta generación de juventud, fue el terror, la censura, la proscripción y la represión en general.

Pero una vez silenciada, desarticulada y derrotada la otrora movilizada “juventud de los 70”, fue creciendo una camada de “nueva” juventud argentina. Una franja etaria cada vez más numerosa, que no había pasado por la socialización política de la tanda anterior. Se trató de un sector social desmovilizado, educado en el silencio dictatorial, y por tanto relativamente “disponible”. Ante ellos, la dictadura tendió a encarar políticas positivas (en el sentido de productivas/ creativas) de socialización, con vistas a formar una juventud considerada“sana”. Si bien es cierto que la moral provinciana y conservadora que rigió en el ámbito educativo inundó con su discurso acrítico todas las aulas, las políticas de juventud del proceso fueron más allá. Como primera medida, reforzaron el poder de los padres sobre los hijos dentro de las familias, el seguimiento y el control permanente. En 1976 se lanza oficialmente la campaña “¿Sabe Usted dónde está su hijo ahora?” que instaba a los padres a testear constantemente al actividad de los demás miembros de la familia.

Lo que O`Donnell denomina “uniforme civil” tiene aplicación en el caso de la juventud como “moda”. La moda es una imposición por uso social, y no por disposición gubernamental. Pero fue apoyada por la acción oficial. Nos referimos a la moda de los “chetos”[6] como diferenciadores de los “pardos”. Es una moda que tiene un fuerte poder regulador entre los años 1977 y 1978 y separa, de un lado a los chetos, que visten “uniforme civil” de juventud. Camisa discreta, Jean en buen estado, pulóver escote en V, zapatos, campera azul y pelo corto. Al contrario, se consideraban “pardos” a todos aquellos que tuvieran pelo largo, barba, vistieran con colores chillones (verde, amarillo, rojo, violeta, rosa) o fuera de moda. El pelo largo y la barba sí eran motivo de detención policial en la calle. Aunque más no fuera para pedir documentos.

Dentro de la política específicamente universitaria, se agrega la tendencia a la selectividad del ingreso, la individualización, la presentación de libreta universitaria al ingresar a los establecimientos, la regularización y estandarización en el cursado de materias, la formación de cursos con grupos y aulas permanentes (tipo “escuelita”) y la presencia de servicios (espías del servicio de inteligencia) entre los alumnos, dentro de las aulas.

Hacia el fin de la dictadura, a esta camada de juventud se la denominó “la cría del proceso”, dado que su característica generalizada era poseer una formación política totalmente opuesta a la generación anterior. Carecía de experiencia organizativa. Tenía un conjunto de prejuicios que le impedían la actividad política. Carecía de elementos conceptuales o ideológicos de carácter crítico. Y sobre todo, profesaba una marcada creencia en el orden establecido, y en el discurso de la democracia y la libertad responsable sostenida por el “Proceso”.

Los grupos económicos.

Probablemente uno de los “engendros” más trascendentes que nos legó la dictadura, sea la transformación de la clase dominante argentina. En este actor converge la red de relaciones dominación (represivas y positivas) que hemos venido considerando.

Sostiene Basualdo (2001: 32) que

“Es indudable que los principales perjudicados por el nuevo funcionamiento de la economía argentina son los trabajadores. Pero los beneficiarios no son todos los empresarios sino un número muy reducido de ellos que, sin embargo, tienen un creciente poder en la sociedad argentina. Se trata de un conjunto de grupos económicos locales, hoy conocidos por su tránsito por las empresas privatizadas como Pérez Companc, Macri, Loma Negra, Roggio, etc. junto a otro conjunto restringido de conglomerados y empresas extranjeras (Techint, Bemberg, algunas empresas automotrices, etc.) y finalmente la banca local y acreedora”.

Las consecuencias de la política económica de Martínez de Hoz, y de la política de “sótano” de los militares, tienen beneficiarios económicos directos. Se los denominó originalmente la “patria financiera” aludiendo a fundaban sus ganancias en la hipertrofia de la renta financiera. Más adelante se descubrió a la “patria contratista” cuya fuente de rentas extraordinaria era la contratación con el estado, que corrupción de por medio, enriquecía a ambos lados de la relación: al funcionario y al empresario. La denominación “patria” es una ironía, que denota la prioridad otorgada a la ganancia privada, en desmedro del interés colectivo.

Descentramiento generacional como condición epistémica.

Con el paso de los años, las redes de poder social del Proceso se entienden mejor ¿es solo un efecto de la distancia? En parte si. Pero hay otro factor que no ha sido suficientemente problematizado en las lecturas críticas de la llamada “historia reciente” de la Argentina. Es un factor que podemos llamar “generacional”. La denuncia de la represión parte de aquella generación cuyo cuerpo fue lacerado/ torturado/ desaparecido por el terror. Esta fue la generación política activa que el poder desaparecedor tomó como enemigo a eliminar.

Pero a partir de la eficacia de esta labor represiva, surgen nuevas generaciones de de sujetos formados en esta nueva red de relaciones sociales, ya revertida y privatizada. Si la generación de los `70 denuncian la represión, es porque tenían una identidad subjetiva propia, cuestionadora del orden establecido. Pero las generaciones siguientes, en cambio, son efectos de esos mecanismos positivos de poder disciplinador. No tienen una subjetividad preexistente que es dañada por el poder represor, sino que su subjetividad lleva las marcas de origen, por haber sido producida por ese poder. Esta implicación diferente en la producción de subjetividades post- 1976, requiere de un salto conceptual más abarcativo para explicar las contradicciones que le son constitutivas. No basta denunciar al otro, sino que hay que bucear en la interioridad de las subjetividades constituidas por el poder, para encontrar en el presente las huellas de ese poder.

Hipocresía, poder y sociedad.

Podemos entonces intentar una respuesta acerca de por qué lo ocurrido hace treinta años es historia reciente.

Si la crítica al poder represor se complementa con el análisis de los mecanismos positivos de la dictadura. Si al lado del terror podemos también visualizar los engendros perdurables de aquel período, el análisis se complejiza. Aparecen pliegues no considerados. Queda a la vista la perdurabilidad de aquellas “criaturas”, su actualidad. Los métodos de dominación de entonces producen efectos en el presente. La clase dominante que emerge del proceso es la que da vida a los conflictos políticos de la democracia.

La hipocresía, el doble estándar, el ocultamiento, se explica entonces como un problema más político que ético. Se esquivan los mecanismos positivos de entonces para no dejar a la vista como operan en la actualidad; para no tratar la continuidad de la corrupción; para ocultar como dominan los grupos dominantes.

Lo sectores sociales dominantes prefieren que toda crítica a la dictadura se limite a la denuncia negativa al terrorismo de estado. Así quedan ocultas las fuentes generadoras de su riqueza. Al contrario, una consideración compleja que comprenda la productividad del poder, dejaría a la vista sus bases de acumulación, y los señalaría como socios ocultos del poder dictatorial. La enunciación-denuncia-judicialización del terrorismo de estado deja indemne a la clase dominante.

La imagen de sociedad lacerada por el represor es claramente insuficiente. Una variadísima gama de relaciones sociales desiguales transforma a esa sociedad en responsable. Es una sociedad que se “autopatrulla”. Que no quiere mirarse al espejo.

Contenidos de Verdad del discurso Ominoso.

Desde 1984 en adelante los líderes del genocidio dictatorial han sostenido un discurso defensivo y justificatorio de los actos realizados. Es un discurso ominoso en cuanto justifica una matanza generalizada que introdujo a la Argentina en la lista de horrores del siglo XX.

Pero no por ominoso, el discurso de los militares genocidas deja de tener su dosis de verdad. En tanto denuncia la complicidad de parte de la sociedad civil, los sectores dominantes están interesados en quitarle credibilidad. No porque sea falso. Sino porque los compromete en forma directa.

Claro que el discurso justificatorio de los militares genocidas trata de ocultar el contenido clasista de la co-responsabilidad social que denuncia. Ellos no dicen “el establishment nos instaba a reprimir”, sino que generalizan esta relación: “teníamos el consenso de toda la sociedad para reprimir”.

Los contenidos de verdad del discurso ominoso, permanecen ocultos, en concordancia con la estrategia ideológica de ocultamiento de las bases sociales de las relaciones de dominación vigentes.

Conclusión: cotidianeidad de la lucha.

Un análisis que complemente el estudio de la represión terrorista con los mecanismos positivos de poder desarrollados por el gobierno del “Proceso” permite apreciar de manera más completa las nuevas bases sociales de dominación sentadas en ese período. Esta consideración de la “productividad” de la última dictadura, muestra la continuidad que estas creaciones han tenido en la sociedad argentina: el individualismo, el consumismo, la ruptura de las solidaridades, la despolitización ciudadana, todo ellos en un tipo de entramado social cada vez más convergente en los grupos económicos dominantes de carácter cada vez más transnacional.

Estos mecanismos positivos tienden a permanecer ocultos, en virtud del doble discurso y del doble estándar con el que se considera a la dictadura: actos represivos de un gobierno terrorista que una vez derrocado, dan por terminado como problema.

Al contrario, encontrar las continuidades activas y operativas entre los efectos de la dictadura y los problemas de la actualidad, permite dotar de nuevos significaciones a estos últimos, reforzando el sentido emancipador de las luchas sociales que actualmente se libran en la argentina.

Raúl N. Alvarez. Septiembre de 2007.

Bibliografía:

Basualdo, Eduardo. “Sistema Político y Modelo de Acumulación en la Argentina”. FLACSO – UNQui Ediciones – idep. Buenos Aires, 2001

Calveiro, Pilar. “Poder y Desaparición. Los campos de concentración en Argentina”. Puñaladas Ensayos de Punta. Colihue. Buenos Aires. 2006.

Campione, Daniel. “Marzo de 1976. Dinero y fusiles rehaciendo a la sociedad argentina”. Rebelión. 24.03.06, en http://www.rebelion.org/noticia.php?id=28817

Canitrot, Adolfo. “La disciplina como objetivo de la política económica. Un ensayo sobre el programa económico del gobierno argentino desde 1976. Desarrollo Económico, volumen 19 nro. 76. Enero Marzo de 1980.

Corradi, Juan E. “El método de la destrucción. El terror en la Argentina”. Versión original publicada por TELOS en 1982/83, reproducido en “A veinte años del Golpe. Con memoria democrática” Hugo Quiroga y César Tcach (Compiladores). Homo Sapiens Ediciones.

Foucault, Michel (1976) “Las Redes del Poder”. de “Estado, Política e Ideología” Rajland, Beatriz y Campione, Daniel – Compiladores. Editorial Estudio. Buenos Aires, 2005. Tomado de Revista Barbarie, Nros. 4 y 5, Brasil, 1981-1982.

Foucault, Michel (1977) Historia de la Sexualidad. 1- la voluntad de saber. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2٥ Edición, 2003.

Novaro, Marcos y Palermo, Vicente “La dictadura militar 1976/1983. Del Golpe de Estado a la Restauración democrática”. Editorial Paidos. Buenos Aires. 2003.

O´Donnell, Guillermo. “Democracia en la Argentina Micro y Macro”, en Oszlak, Oscar (Compilador) “Proceso, crisis y transición democrática/1” Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1984.

Oszlack, Oscar. “Privatización Autoritaria y Recreación de la Escena Pública. En Oszlak, Oscar (Compilador) “Proceso, crisis y transición democrática/1” Centro Editor de América Latina. Buenos Aires, 1984.

Villareal, Juan. “Los hilos sociales del poder”. En A.A.V.V. “Crisis de la dictadura argentina”. Buenos Aires, Siglo XXI, 1985.



[1] Abogado (UBA), Licenciado en Ciencia Política (UBA), Profesor de Nivel Superior (UTN), Auxiliar Docente de la materia “Teoría del Estado” en la Facultad de Derecho, UBA, cursante de la Maestría en Ciencia Política del IDAES – UNSAM. lacasilladeraul@yahoo.com.ar, Domicilio: José Hernández 2909 1º B de (1653) Villa Ballester, Provincia de Buenos Aires, República Argentina TE: 011-4767-1661.

[2] Plata Dulce”. Argentina. 1982. Dirección: Fernando Ayala. Guión: Oscar Viale y Jorge Doldemberg, según una idea de Héctor Olivera. Fecha de Estreno: 8 de Julio de 1982. http://www.cinenacional.com/peliculas/index.php?pelicula=1580

[3] José Mercado compra todo importado, lleva colores, síndrome de Miami. Alfombras persas y muñequitas de goma, olor a Francia y los digitales. Hering, Chanel, Disco Show. José Mercado para ahorrar el pasaje se fue en un charter del gurú Maharahi. Volvió con cosas para la oficina y ni noticias de la luz del día. Hong Kong, Disneyworld. Pide rebaja antes de ver el prospecto, viaja a Marruecos pero no le hace efecto. José es licenciado en economía, pasa la vida comprando porquerías. Yo también. Taiwan, Visa, D.G.I...” http://www.lyricsofsongs.com/lyrics.cfm?song=4290&language=s
 

[4] Reportaje al Almirante Massera. Revista Gente. 21.4.77, página 7.

[5] “La fiesta de todos.” “La primera película donde el protagonista es Usted”. Argentina. 1978. Dirección: Sergio Renán. Guión: Sergio Renán, Hugo Sofovich y Adrián Quiroga. Fecha de estreno: 24 de Marzo de 1979. http://www.cinenacional.com/peliculas/index.php?pelicula=791

[6] Las características buscadas y atribuidas a este nueva generación de juventud del “Proceso” se encuentra reflejada en “Somos”, de Editorial Atlántida, del 19.5.78: “En qué anda la juventud. Tienen entre 17 y 22 años. En la Argentina son casi tres millones de personas… desdeñan la política pero se preocupan por el país…” “`Cheto’ es el representante de un grupo que tienda a ser exquisito y define con sus gustos, costumbres y actitudes, `que es bien´. `Pardo´ es el que pretende ser `cheto´ sin reunir las condiciones necesarias para serlo…” “Es un momento difícil, pero trabajando vamos a salir adelante. Me molestan los argentinos que desde afuera hablan mal del país”.